Tarda en llegar, y al final hay recompensa...
- EmaBlogger
- 9 may 2019
- 3 Min. de lectura

Marqué su numero en mi celular de memoria, a pesar de tenerlo como "Mami" en mi directorio. Ansiosa por decirle mucho, pero deseando también que no conteste, no tenia el valor de decirle todo. Contestó con un emocionado "Hijita!!, como estas?, estaba por llamarte, viniste a mi mente hace 2 minutos. Me sentí como niña cuando me caía, cuando daba un mal paso y me encontraba en el piso, con esa necesidad de tener a mi madre cerca y me dijo "ya pasó", porque sentía dolor, pero esta vez no había tocado el piso, había tocado fondo.
Mi madre no preguntó más. Solo escuchó lo que tenia para decirle, fue ese recipiente de frustraciones y lágrimas pasajeras, ese tierno espejo que te hace ver la vida de otra manera. Es ese tipo de amor que aún no puedo entender bien, ese amor que no se queja, no espera nada a cambio y que está bien si el otro esta bien, sólo en ese momento, siente que todo esta en orden en el mundo, en su corazón. Donde piensa dividido, un corazón que late por dos desde que se enteró que venía al mundo, y sigue latiendo por dos pues sabe que esté donde esté, el corazón que tengo latió primero en ella.
Escucha mis lamentos, observa mis reacciones y guía mis nuevos movimientos. Soy hija de ella por lo que también tengo mucho que decir y opinar, y a veces chocamos por ser como somos, y me parecería raro que no fuese así. Me cuesta ser la que dé noticias que no le hagan saltar de alegría, lamento que no todas las llamadas sean de buenas nuevas, pero le hago participe de mi vida, pues fue primero de ella, y ella fue quien me agarró de la mano para volverla en ala y así enseñarme a volar, a pesar de que mi vuelo muchas veces me llevó lejos de ella.
Jamás dudé un segundo de asumir mis responsabilidades sin tener presente que donde me encuentre, mis raíces siguen plantadas en el jardín del que vine.
Quizá he vivido y sigo viviendo experiencias que ella no conoce, quizá decidió no hacerlo, quizá quiso y no pudo, pero en el presente, todo eso no importa, ella las vive a través de mi, y se alegra conmigo, llora conmigo, se ilusiona conmigo, y me baja de las nubes cuando es necesario, como cuando la llamo y le cuento algo que podría pasar, o como cuando le cuento que no pasó, y que me siento triste.
Mi mochila no siempre fue ligera, y la de ella tampoco, pero jamás dejó de cargarla, y con una sonrisa en el rostro. Ahí aprendí que la vida feliz no es la ausencia de malos momentos, sino la posibilidad de poder sonreír a pesar de ellos y buscar soluciones, mi tristeza no es imán de mejores tiempos.
No pude volver a su lado, a pesar de haber querido, las oportunidades me llevaron a distintos aires, y a pesar de estar cansada de ser fuerte, y verla a ella también con ojos agotados llenos de tristeza, no dejó de seguir volando, y hasta por vergüenza, no podría decirle que a mis escasos años y pocas experiencias la vida me había dejado un poco olvidada, aún la tengo a ella escuchándome, y eso ya es un premio.
Si puedo abrazarla, puedo ser.
Casi por colgar, tras haber exprimido el pecho y haber sacado lo que duele, sólo escuché: "Pase lo que pase, mi amor te basta y sobra, y aquí estoy para tí, siempre". Y nuevamente el sol sale, porque la lluvia puede traer tempestad, pero el sol no deja de brillar y eso es lo que cuenta. Si ella me dejara, sé que se daría modos para brillar y recordarme que un nuevo día salió por algo, y debo ser feliz por ello.
Espero ser ese ser que reciba feliz sus malos momentos y los convierta en buenos, aún solo escuchando, pues también se trata de retribuir y ser alguien en quien apoyarse.
Poder ser ese alivio en la vida de alguien, como una madre, es sentir a Dios en tu corazón.
Negrita y Gustavo, genios ambos seguramente cantándo este himno allá arriba.
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