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Trece años, Veintiún días, la Collita y el Oriente Boliviano.

  • Foto del escritor: EmaBlogger
    EmaBlogger
  • 4 nov 2019
  • 7 Min. de lectura

Actualizado: 10 dic 2019




Como una pluma al viento, o mediante decisiones fríamente calculadas, el destino es ese concepto que sólo quienes hayan visto sus mas grandes planes desvanecerse pueden descifrar. Podría contar las veces en las que me senté con mi madre a contarle mis planes, siempre visualizando el Illimani de fondo y el Lago Titicaca a unas cuantas horas de distancia. Solía emocionarme pensando como sería mi vida en unos cuantos años, diciendo: "a mis treinta años voy a vivir en esta casa, llena de árboles de limón, cerca a mis amigas de la Universidad, para que podamos juntarnos a hablar de política y de que la música de antes era mejor, y tendré un hermoso dormitorio grande para que mi familia venga a visitarme y se sienta tan cómoda, que quiera quedarse a vivir conmigo, con un ropero lleno de abrigos lindos y frazadas, para abrigarnos de la brisa de esta cálidamente fría ciudad". Los planes del Dueño del cielo, o los pensamientos llenos de emoción, o la conjunción entre la oportunidad que se encontró con el momento preciso hicieron que haga maletas más de una vez, empacando entre mis abrigos, mis sueños, esos que son en realidad pequeños, pero grandes a ojos de alguien que en el fondo, sentía que parte del sueño se cumplía en el lugar donde estaba. Y a medida que pasaron los años, y a muchos kilómetros de distancia, me dí cuenta que el sueño que tengo es de sentirme bien donde esté, y así todas las noches.


Saliendo de mi sueño, despertando en la realidad diaria, en mi rutina, con calor y jugo de tamarindo, con café y cuñapé viendo noches estrelladas, noté que aún mi sueño me llevaba a largas calles donde caminaba mimetizada en la humanidad de tantos otros. Mientras mi pronunciamiento tenia muy presente la S y se presentaba ante la J al final de las palabras, al mismo tiempo en el que debía reestructurar las ¨leyes naturales¨ en mi cabeza, como cuando llueve y no necesito abrigarme, o como cuando el viento azota, no es una simple brisa. Dejé poco a poco mis trajes de dos piezas, y ví con nostalgia mis abrigos mas guardados, y así aprendí que el invierno no es una estación del año, sino solo una semana fría.


Recordé que los viajes enriquecen, y vinieron a mi mente las postales mentales que tengo de los distintos lugares que tuve la bendición de conocer, y hablé conmigo misma como una amiga que trata de levantar el animo a la otra cuando extrañaba sentir frío en mi piel. Recordé lo bien que me sentía después de cada viaje, más enriquecida espiritualmente, con ganas de conquistar el mundo, con mas ideas y con la mente mas abierta, aprendiendo que es posible vivir de distintas maneras, y así pasaron los días, y los meses, y los años, riendo y llorando en mis sueños, cuando de noche volvía al lado de mi madre o charlaba con mi padre, o caminaba el largo centro de la ciudad que me vió partir. Y al avanzar el reloj, imprimiendo historia imborrable como fiel testigo de la vida, pude observar una hermosa Reserva Natural morir calcinada, pude escuchar los gritos de animales morir, y pude sentir varios corazones dejar de latir, y lloré junto a la familia de los héroes sin capa, que voluntariamente dejaron su ultimo respiro entre el fuego y el verde y agradecí al cielo donde ellos se encuentran, por haber enviado la milagrosa lluvia que apagó el incendio. La grandeza de todo me sobrepasaba, y tocaba hasta mi ultima célula produciendo un gran dolor e impotencia, como si hubieran matado algo en mi, y así fue, yo ya fui parte de este lugar desde el día que aterricé y caminé sus calles.


Ahora, vivo con esta ciudad una lucha que no conoce de polleras ni abarcas, ni separa a los de acá con los de allá, acá somos todos con nuestras historias y sueños uno solo, y soy testigo de aquello que está impreso en cada persona de esta linda región calurosa, como la solidaridad incluida en la olla común, siendo ésta su condimento más importante, y el respeto a la comunidad, entendiendo que la causa es de todos y que hay quienes deben pasar por emergencias, dándose el trabajo de estar en sus puestos de bloqueo, con sus hijos y vecinos bajo el sol y calor, hablando con quienes pasan y siendo razonables con quienes solicitan el paso, pues entienden que esto no puede ser una escena de guerra sino una escena que prepara la libertad, lo sé porque lo viví. Esta lucha indefinida guarda entre sus memorias a una comunidad unida y preocupada por el otro, y guarda los recuerdos de mis hermanos Bolivianos cuya vida les fue arrebatada en la que debía ser una tranquila noche o un hermoso día compartiendo ideales y esperanza. Me duelen porque son parte de mi familia Boliviana.


Organizada y muy respetuosa del concepto paz, esta región del masaco y somó vio nacer nuevos líderes que hoy, se encuentran bajo el mismo sol caliente que les abre los brazos y los saluda como hermanos a los cuales les hicieron creer que eran distintos, pero ahora vemos que nos une la misma madre. Lo aseguro porque ahí estuve a los pies del Cristo Redentor, emocionada al ver que los miles de acompañantes que la vida nos cruza en estos días, gritaban al unisono los nombres de las ciudades que me vieron ser feliz, mandando fuerza para quienes aún están allá, y ví emocionada el abrazo de Oriente y Occidente, que cerró una era de diferencias entre hermanos que al final del día, saben que vienen de la misma madre y reconocen que unidos, avanzan. Me llenó el alma sentir que somos familia, y las familias se apoyan en los buenos y malos momentos.


Nuestros vecinos países comparten con nosotros. Estamos cansados y decidimos despertar. Nos unen tantas cosas, que solo los mapas nos alejan, pues estamos unidos con un mismo sentir. No somos tontos útiles de nadie, y pateamos el tablero pues demostramos al mundo que la resistencia pacifica existe y tiene buenos resultados, pues tenemos lecciones aprendidas de las anteriores generaciones que abrieron las puertas con sangre sagrada, para que nosotros podamos pasar y le hablemos de tu a tu a quien sea. Aprendimos que la unión hace la fuerza, y que la fuerza no tiene que ser medida con balas. Ahora sabemos que la confianza es invaluable, y por eso la depositamos en un ánfora y en autoridades con muchísimo cuidado, porque son nuestras voces, son quienes tienen el volante, y si nos llevan por donde no queremos, que no piensen que la dirección es de ellos porque Dios así lo quiso, lo quisimos nosotros y juntos podemos volver al camino correcto. No queremos jefes intocables, queremos lideres. No queremos irnos de nuestros recuerdos, no queremos cruzar mas fronteras obligados. No nos rasgamos las vestiduras por una persona, sino por un ideal, con la cabeza fría y sin romanticismos de una filosofía que nació muerta, pues en ningún lugar del mundo se vio que al pueblo le guste ser insultado cuando nos subestiman. Nuestras diferencias nos enriquecen, porque no somos hechos a moldes, somo hechos con agua tibia y fría, con lluvia y nieve, con montañas y ríos, con héroes y heroínas en cada esquina que piensan por sí mismos, y quieren ser libres.


Estamos en el medio, como la niña mimada de Bolívar, el Bolívar que repudia al que se atornilla en el poder. Este pueblo se alimenta de valores, aprecia más las flores y los brazos solidarios que a los tanques y balas, manteniéndose siempre de pie, nunca de rodillas. Somos los hijos que pasaron por Dictaduras, y por su sufrimiento es que no queremos volver a vivir en un país con gobernantes eternizados en el poder, que nos hacen creer que vivimos en democracia, solo porque nos hacen el favor de llamas a elecciones... nos deFRAUDaron, y eso no lo perdonamos, porque nos enseñaron que los valores jamas se negocian. Somos los nietos de las abuelas que aun buscan a sus hijos, y buscan alivio en sus corazones. Somos los que no quieren volver a llorar por el ego de unos cuantos. Somos los que llevamos nuestra religión en nuestro corazón y queremos ver la Iglesia y el Estado, porque sabemos en carne propia lo que se siente que te impongan pensamientos que no comparten con los tuyos, y te castiguen por ello. No queremos ser la estadística de nadie, y pensamos que avanzar en crecimiento no es sumar mas en nuestras cuentas bancarias, sino en observar alrededor nuestro y poder ver que el niño del frente también sonríe, junto a sus padres, esos padres que pueden ser Policias o Militares que decidieron no irse en contra de su pueblo por ordenes de unos cuantos, ellos decidieron SER con su pueblo. Nos arrodillamos ante Dios y sólo a él le tememos.


Fue un viaje largo el que tuve, desde cierta negación al entorno al que pensé era ajeno. Y como todo viaje que alimenta el espíritu, puedo decir que estos años, estos meses, y estos días, estas situaciones colectivas así como las tragedias que presencie y sentí como mías, escuchando violines en las calles tocando canciones que acompañan a los que transitan por ahí, viendo a artistas pintar murales que reflejan el sentir de muchos y engalanan esta ciudad que cobija a tantos, a niños con sus padres, a movimientos de jóvenes pronunciarse con firmeza y sin miedo sobre lo que pasó y sobre lo que se espera que pase, siendo participes de la construcción de su futuro y de todos los que creemos en la democracia y en mejores días para nuestro país. Calles y rotondas repletas de personas que tratan de sonreír frente a la incertidumbre y las mismas preocupaciones que tengo. Ellos me permitieron volver a mis cuatro paredes, esas que usaba como refugio del mundo exterior, feliz de poder vivir en esta tierra, de aprender sus costumbres, de emocionarme al ver flamear una verde, blanco y verde y de lagrimear al entonar el himno nacional que no conoce de acentos ni climas, y sólo vibra en el corazón y pulmones de quienes lo cantamos, todos juntos con nuestras mochilas llenas de nuestra cultura y recuerdos, que llevamos a donde vayamos, y que compartimos como ese café con cuñapé viendo la noche estrellada, entre familia que es Bolivia. Ahora sé que mi sueño me llevaba por todos lados, y me mostraba la bendición de sentir frío y ser feliz, y sentir calor y agradecer al cielo.


Mi lugar es donde soy, donde estoy, y llevo siempre mas espacio en mi mochila para guardar entre mis tesoros las sonrisas de un hermoso pueblo unido orando de rodillas, bajo una noche estrellada, con la mirada hacia el cielo segura de que vendrán días mejores, que dejan como legado, muchas manos unidas por siempre.

Gracias por permitirme ser aquí, linda tierra de los anillos. La lucha sigue, y peleo por ti y por todo mi país, con la misma sonrisa que dibujo cada que vuelvo a mis pagos. Ahora, también sonrío cada vez que vuelvo a ti.

Vamos Caminando... aquí se respira lucha!.


Nota: Mientras escribí esto, la canción que acompañó mis letras fue la hermosa Latinoamérica de Calle 13. Hoy, considero que un complemento perfecto es uno de los himnos que nos acompaño los 21 días y nos seguirá acompañando a nosotros los Bolivianos agarrados de nuestras pititas, unidos por siempre.







 
 
 

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